miércoles, 27 de abril de 2011

Fantasías de Zeno

Llegué a hablar con él como si hubiera podido entender el psicoanálisis, al que, tímidamente, me anticipé. Le conté mi desventura con las mujeres. Una no me bastaba y muchas tampoco. ¡Las deseaba a todas! Por la calle mi agitación era enorme: a medida que pasaban, eran mías. Me quedaba mirándolas con insolencia por la necesidad de sentirme brutal. Las desnudaba con el pensamiento, les lanzaba los botines, me las llevaba en brazos y no las soltaba hasta estar seguro de conocerlas a todas.

Italo Svevo. La conciencia de Zeno.


Bandido desnudando a una mujer. Francisco de Goya.

viernes, 15 de abril de 2011

La metáfora de Caperucita y el lobo.

El artista que mejor ha entendido la tragedia de la Caperucita perraultiana ha sido, en mi opinión, Gustave Doré. Una tragedia bastante sicalíptica, a juzgar por el grabado que reúne a la niña y a su presunta abuela, o sea, al lobo (con gorro de dormir), bajo las sábanas de una misma cama. Fue ese grabado el que me inspiró la letra de la canción Caperucita Feroz, que tanto éxito tuvo hace treinta años. Fue a través de ese grabado como llegué a la conclusión de que el lobo de Perrault no es un animal de presa sino una metáfora: cuando la niña se desnuda y se mete en la cama con el lobo y éste le dice que sus grandes brazos son para abrazarla mejor, una de dos, o es tonta o está deseando que la seduzcan, porque no hace ningún movimiento para escapar y acaba, por lo tanto, perdiendo alegremente la honra y convirtiéndose en mujer.
(Luís Alberto de Cuenca. En las fauces del lobo)

Artículo publicado en el ABCD el 10 de Abril del 2011.

Algunas ilustraciones del cuento
de Caperucita por Doré

sábado, 9 de abril de 2011

Secretos de Víctor Hugo


El español no sólo le sirvió para impregnarse de leyendas, historias y mitos de un país en el que creyó encontrar aquel paraíso de pasiones, sentimientos, aventuras y excesos desorbitados con el que soñaba su calenturienta imaginación; también, para disimular a los ojos ajenos las notas impúdicas que registraba en sus cuadernos secretos, no por exhibicionismo, sino por ese prurito enfermizo de llevar cuenta minuciosa de todos sus gastos, que nos permite, ahora, saber con una precisión inconcebible en cualquier otro escritor cuánto ganó y cuánto gstó a lo largo de toda su vida Víctor Hugo (murió rico).
El profesor Henri Guillemín ha descifrado, en un libro muy divertido, Hugo et la sexualité, aquellos cuadernos secretos que llevó Víctor Hugo en Jersey y Guernesey, en los años de su exilio. Unos años que, por razones obvias, algunos comentaristas han bautizado "los años de las sirvientas". El gran vate, pese a haberse llevado consigo a las islas del Canal a su esposa Adéle y a su amante Juliette, y a entablar esporádicas relaciones íntimas con damas locales o de paso, mantuvo un constante comercio carnal con las muchachas del servicio. Era un comercio en todos los sentidos de la palabra, empezando por el mercantil. Él pagaba las prestaciones de acuerdo a un esquema estricto. Si la muchacha se dejaba sólo mirar los pechos recibía unos pocos centavos. Si podía acariciarla sin llegar a mayores, un franco. Cuando llegaba a aquellos excesos, en cambio, la retribución podía llegar a franco y medio y alguna tarde pródiga ¡a dos francos! Casi todas estas indicaciones de los carnets secretos están escritas en español para borrar las pistas. El español, el idioma de la transgresión, de lo prohibido y el pecado, del gran romántico, quién lo hubiera dicho. Algunos ejemplos: " E. G. Esta mañana. Todo, todo", "Mille. Rosiers. Piernas", "Marianne. La primera vez", "Ferman Bay. Toda tomada. 1 fr. 25", "Visto mucho. Cogido todo. Osculum", etcétera.
¿Hacen mal los biógrafos explorando estas intimidades sórdidas y bajando de su pedestal al dios olímpico? Hacen bien. Así lo humanizan y rebajan a la altura del común de los mortales, esa masa con la que está también fraguada la carne del genio.

(Mario Vargas Llosa. La tentación de lo imposible).



Ilustración a color de  Paul Emile Becat