El español no sólo le sirvió para impregnarse de leyendas, historias y mitos de un país en el que creyó encontrar aquel paraíso de pasiones, sentimientos, aventuras y excesos desorbitados con el que soñaba su calenturienta imaginación; también, para disimular a los ojos ajenos las notas impúdicas que registraba en sus cuadernos secretos, no por exhibicionismo, sino por ese prurito enfermizo de llevar cuenta minuciosa de todos sus gastos, que nos permite, ahora, saber con una precisión inconcebible en cualquier otro escritor cuánto ganó y cuánto gstó a lo largo de toda su vida Víctor Hugo (murió rico).
El profesor Henri Guillemín ha descifrado, en un libro muy divertido, Hugo et la sexualité, aquellos cuadernos secretos que llevó Víctor Hugo en Jersey y Guernesey, en los años de su exilio. Unos años que, por razones obvias, algunos comentaristas han bautizado "los años de las sirvientas". El gran vate, pese a haberse llevado consigo a las islas del Canal a su esposa Adéle y a su amante Juliette, y a entablar esporádicas relaciones íntimas con damas locales o de paso, mantuvo un constante comercio carnal con las muchachas del servicio. Era un comercio en todos los sentidos de la palabra, empezando por el mercantil. Él pagaba las prestaciones de acuerdo a un esquema estricto. Si la muchacha se dejaba sólo mirar los pechos recibía unos pocos centavos. Si podía acariciarla sin llegar a mayores, un franco. Cuando llegaba a aquellos excesos, en cambio, la retribución podía llegar a franco y medio y alguna tarde pródiga ¡a dos francos! Casi todas estas indicaciones de los carnets secretos están escritas en español para borrar las pistas. El español, el idioma de la transgresión, de lo prohibido y el pecado, del gran romántico, quién lo hubiera dicho. Algunos ejemplos: " E. G. Esta mañana. Todo, todo", "Mille. Rosiers. Piernas", "Marianne. La primera vez", "Ferman Bay. Toda tomada. 1 fr. 25", "Visto mucho. Cogido todo. Osculum", etcétera.
¿Hacen mal los biógrafos explorando estas intimidades sórdidas y bajando de su pedestal al dios olímpico? Hacen bien. Así lo humanizan y rebajan a la altura del común de los mortales, esa masa con la que está también fraguada la carne del genio.
(Mario Vargas Llosa. La tentación de lo imposible).
Ilustración a color de Paul Emile Becat |
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