Llegué a hablar con él como si hubiera podido entender el psicoanálisis, al que, tímidamente, me anticipé. Le conté mi desventura con las mujeres. Una no me bastaba y muchas tampoco. ¡Las deseaba a todas! Por la calle mi agitación era enorme: a medida que pasaban, eran mías. Me quedaba mirándolas con insolencia por la necesidad de sentirme brutal. Las desnudaba con el pensamiento, les lanzaba los botines, me las llevaba en brazos y no las soltaba hasta estar seguro de conocerlas a todas.
Italo Svevo. La conciencia de Zeno.
Bandido desnudando a una mujer. Francisco de Goya. |
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